Hermanos Juramentados de la Espada Negra
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Desbloqueo
23-3-2017 00:53
Khaleb descansaba un momento en su jergón, mirando el techo de su sótano. Sus manos giraban ante sus ojos, observando cada arruga y cada cicatriz. Eso le había sucedido por ser impaciente, ya no le sucedería otra vez.

Desvió la mirada hacia el montón de botín que había obtenido ya hacía varias semanas: una lanza, un escudo y una espada. Aún no había hecho nada con ello, pero ya era hora. Tenía que obtener dinero para seguir adelante la investigación.

Durante todo ese último tiempo, Khaleb había estado queriendo avanzar en su estudio. Había traído consigo algunos libros de la Orden, que ya había leído, pero que siempre era bueno consultar. Un día, releyendo un apartado, comprendió un par de errores que había cometido al principio de su estadía, y eso le hizo esbozar una leve sonrisa. Tal vez no sería tan difícil como creía, pero no se confiaría.

Releyó todo el libro, sacó notas, apenas comía. Cuando el entusiasmo lo embargaba podía olvidar sus necesidades terrenales. Estaba obteniendo avances y eso era bueno. Muy bueno.

Luego de esas pruebas, finalmente se había decidido a contactar al Corrector que estaba infiltrado en los Exiliados. Había conversado con él brevemente, pero había sido fructífera la reunión. Él ya sabía dónde contactarlo y había prometido conseguirle más descarriador apenas pudiera. No le había mostrado sus instalaciones, aún no sabía si confiar plenamente en él, después de todo, era sabido en la Orden que él tenía conocimientos avanzados de Química, y bien podría querer reemplazarlo.

Pero se acercaba el momento para compartir algunas notas con él, tener una mirada fresca, como cuando estaba en Dormenia y consultaba algún descubrimiento o experimento. Tenía que avanzar. Tenía que hacerlo antes de que Khalig se enterara que estaba allí.

Había cosas que hacer. Se levantó de su catre. Era de noche. Por cómo estaba la situación en Nased, salir de noche era una opción, pero una que hacía pensar las posibilidades. Él ya había hecho un muy buen reconocimiento de la zona, y sabía ser uno con las sombras. Pero no, durante el día acudiría a uno de sus contactos en los Exiliados y vendería el botín. Ya era un buen momento para desprenderse de él.

Se sacó la ropa y teniendo las armas cerca, cerró los ojos.