Hermanos Juramentados de la Espada Negra
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Civilización y Barbarie
23-3-2017 00:52
(Este es un relato que había quedado en el tintero y recién lo encuentro. Jugadores: Zoan y Atrus)


Khaleb tuvo que dedicar una buena cantidad de horas, deambulando por las calles de Nased, oyendo rumores y buscando lo que necesitaba. En realidad él no, pero sí Azair. El muchacho había demostrado ser una máquina de pelea, salvaje pero no por ello ignorante. Khaleb quería ayudarlo, no sólo por el descarriador que le había prometido, sino también porque prefería tenerlo como aliado que como enemigo. Podía confiar en él, parecía transparente a los ojos del Corrector.

Finalmente dio con el herrero. Un hombre bajo, de tez curtida por el calor y con un bigote negro como el carbón. No requirió demasiadas palabras para convencerlo, y eso lo agradeció internamente. Se había desacostumbrado a conversar con otras personas, tan metido en sus estudios y experimentos. Tal vez por eso también le caía bien Azair: no necesitaban hablar demasiado.

Khaleb volvió a la taberna donde habían quedado con el tribal, luego de haber revisado que nadie lo siguiera.

-Azair… he conseguido alguien para lo que necesitas- dijo simplemente el hombre, sabiendo que oídos indiscretos había en todos lados.

-Bien, gracias- dijo el gigantón -Yo no podría haberlo encontrado solo- el tribal estaba sinceramente agradecido -Y además, creo que esto…- señaló la bolsa con descarriador -…estará mejor contigo, yo no voy a usarlo ni a investigarlo, tu bien tienes ganado tu pago- sonrió inocentemente el tribal y comenzó a caminar -Así que bien, vayamos a donde me repararán la armadura… también tendré que pagarle, pero creo que merecerá la pena-

El tribal se dejó guiar por aquel hombre al que comenzaba a apreciar como de fiar, mientras que su mente pensaba en el herrero que encontraría al final del camino. Si llegaba a intentar engañarlo, conocería mi querido metal.

Khaleb caminaba en silencio, sabiendo que junto a él llamaba la atención. No le gustaba esa sensación, pero también confiaba en que sería la última vez en que caminaría de esa forma. Los tribales, pronto, tendrían problemas, y él no podía ser parte de eso. Al fin de cuentas, Azair no necesitaba ayuda para defenderse, y eso lo había demostrado en demasía.