Hermanos Juramentados de la Espada Negra
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Hija de la desdicha: prólogo
6-12-2016 21:26
Por Favnia
Nota de la autora: Este es el primero de una serie de relatos que cuentan la historia de mi personaje, Laila. Por el momento, se centran en el pasado, aunque ya veremos hasta dónde avanzan.



Prólogo



— ¿Cuánto tiempo llevas ocultándolo, Ast? —El fornido hombre, de edad avanzada pero apariencia cuidada, sonreía ladino, en contraste con el brillo molesto de sus iris oscuros. Sabía que su sola presencia, dadas las circunstancias, infundía temor suficiente como para poder paladear el momento— Querida… —Suspiró, con fingido pesar. Era obvio que, quererla, no la quería en absoluto— Ya sabes lo que os ocurre cuando no tenéis cuidado con estas cosas…
La asustada furia se llevó una mano al vientre, dando un par de pasos hacia atrás. Su maltrecha espalda, ensangrentada por los recientes latigazos, vio bloqueado su avance al notar el frío de la pared acariciando afiládamente su piel herida. Apretó los dientes, conteniendo el dolor, y su mirada castaña, normalmente desafiante, languideció al teñirse de súplica. Su orgullo, aquel con el que había enfurecido a Raamik durante tantos años, acababa de morir para deleite de él y lamento de ella. No quedaba rasto de autoestima o amor propio. Solo, desesperación:
— Por favor… —Sollozó, sin que el desencajamiento de su expresión, la suciedad o la sangre, fuesen capaces de borrar la belleza que, pese a ir entrando en años, todavía poseía.

Esa belleza que le había costado el odio de sus compañeras y los abusos de hombres como aquel, y que ahora, tal vez, fuese su única baza para ganar tiempo...
Sin embargo… ¿Realmente quería tiempo para salvar lo que sus manos acariciaban?
No.
Eso, ante la posibilidad de explotar al fruto de su belleza y cualidades, no habría sido difícil de conseguir. Era fácil que Ast no corriera el destino de aquellas que, como ella, habían tenido la mala suerte de ser maldecidas por los dioses con algo así. Y eso, para ella, era peor: en aquella situación, la furia tenía claro que prefería morir.
Porque, aún salvando ella la vida, aquel ser que ahora crecía en sus adentros, estaba destinado a la desgracia: Si nacía chico, sería sacrificado a los dioses Najshet en el mejor de los casos, o, con peor suerte, criado para morir en la arena en cuanto tuviera edad para sostener un arma. Si nacía chica, sería mantenida con vida y relativamente cuidada el tiempo suficiente como para comprobar que había heredado la hermosura materna, para convertirla así en una mina de oro como lo era ella misma.


Ast era una furia, sí, pero no era precisamente tonta. Y Raamik lo sabía. Sabía que su esclava solo había ocultado su estado hasta encontrar una manera de abortar sin ser descubierta, en caso de no lograr escapar antes de que fuera demasiado tarde.
— No te preocupes, Ast… —Dijo su amo, sin intención real de tranquilizarla.— No vas a morir.


Pero sí que murió. No en aquel momento, claro, sino seis lunas después.
Solo vivió el tiempo justo para ver como el dueño de todo su odio y rencor cogía en brazos al fruto de sus entrañas. Para cuando la recién nacida abrió los ojos, los de su madre ya habían visto apagado todo rastro de luz, a manos del mismo hombre que ahora la sostenía en brazos. Y, al iluminar el rostro de la niña ante las luces llameantes, quedó claro que sí, había heredado la belleza de su madre. Pero, además, sus iris vidriosos revelaron otra cosa al mostrar su color: era mestiza.
Re: Hija de la desdicha: prólogo
8-12-2016 04:51
Por Favnia