Espada Negra: juego de rol
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Delirios de un penitente
1-11-2017 02:14
Por Vorvek
Sin duda había muerto. Aquella extraña tormenta de arena, y las extrañas gentes que trajo consigo no eran más que un sueño. Cuando despertara, Taharda estaría esperando para arrancar la poca piel que quedaba cubriendo la carne de su cadáver reseco, sumergido en la arena de algún lugar del desierto. Sin duda su pecaminosa vida lo condenaría a una existencia aún más lastimosa en su siguiente reencarnación, pero hasta entonces habría de sufrir en este purgatorio al que aquellas extrañas gentes habían llamado "Ombligo de la Diosa".

Apropiado. Un ónfalo que conectaba directamente a las entrañas de la podredumbre.

Cada paso venía acompañado de agujas de dolor. Cada bocanada de aire era fuego en su garganta. Existir era sufrir.

Pero Baufra lo comprendió. Esta era su penitencia. Esta era su prueba. La diferencia entre despertar de nuevo como un humilde siervo de Najshet o un deforme degenerado, dependía de su fuerza de voluntad para soportar el castigo de su ignominia.

Nunca vería de nuevo a Aya, pero agradecía a los sacerdotes le habían brindado la oportunidad de una lacerante redención, y Baufra iba a tomarla, aunque fuera acompañado de fantasmas Najshet, degenerados y una sanguinaria puta de los circos.

Terminó de vendar la herida que el vástago de Khepri, el Primigenio Hacedor de las Dunas, había infligido en su pierna izquierda. Recordaba haber gritado de dolor, pero ahora apenas le dolía, revigorizado por su nueva comprensión.
Sí, superaría las pruebas. Superaría las pruebas, y tal vez, en varias vidas, su alma se reencarnara cercana al alma de su amada Aya, del Sagrado Linaje.