Hermanos Juramentados de la Espada Negra
La Loba Roja (¿parte I de yo que sé)
17-3-2016 12:50
Por Crom
Bueno, ando jugando de forma intermitente y con escasas posibilidades de seguirla una campaña de Espada Negra. En ella juego con Khammarna, un personaje que arrancó con una macarrada de las mías y ha terminado siendo algo más grande, especialmente tras una serie de hechos dentro y fuera de la partida que no vienen al caso. Siendo encima uno de ellos un spoiler.
La cosa es que ayer me líe la cabeza a la manta y escribí su prólogo en forma de mal relato. A ver que les parece.


El arma descendió con rapidez y con un profundo tajo detuvo brutalmente la carga del colosal lobo negro, que herido chocó contra el escudo de Khammarna. Su manada, cuatro lobos de pelaje gris y blanco, pasaron de actuar con predatoria actitud a esperar con cautela y el lomo erizado. Mostraban los dientes a los campesinos que blandían antorchas prendidas y lanzas. Llovían las arremetidas de uno u otro bando, un lobo cayó muerto poco después de desgarrar el viente a un hombre tan patán como para dejarse alcanzar. Khammarna no era consciente de aquello, la esplendida fiera la tenía cautivada...aunque acabaría con ella si cometía un descuido.
El alfa gruñó y lanzó una brutal dentellada que se topó con el hierro del borde del escudo, el cual quedó casi tan mellado como sus dientes. Khammarna aprovechó para descargar un segundo y duro golpe que quebró el cuello del animal con un crujido espeluznante. La mujer se aseguró de poner fin su sufrimiento y pasó a tomar aire. Para cuando volvió al mundo los lobos que no estaban muerto huían por sus vidas. Había sido una buena cacería, los dioses estarían contentos.
Así acababa una cacería de varios días bajo lo que sus ancestros llamaron Dabria Tulka. Ahora solo era invierno. Eran los guneares quienes vivían sometidos bajo la Dabria Tulka. Para los dormenios solo era nieve que bloqueaba los caminos.
-Gracias señora-dijo un hombre que respondía al nombre de Pokerg pero a quien la mujer llamaba Santón-Con esto creo que tendremos suficiente paz en invierno. Que Soid le bendiga.
Khammarna torció el gesto y escupió al suelo, el campesino entendió la sutil indirecta y puso distancia entre ellos. Aquella muestra de religiosidad le molestaba, le irritaba, le repugnaba. Era un síntoma de todo lo malo que afectaba a su pueblo. El soidismo que estaba sustituyendo el glorioso culto a los dioses del Feralismo, la vida vasalla, la falta de orgullo y libertad. Tres generaciones atrás ella no tendría que haber ido a cazar a los lobos, viajando durante días para ello solo porque era incapaces de defenderse con efectividad, hubiesen sido unos orgullosos guerreros guneares quienes tomasen las armas para acabar con ellos. Se habían vuelto débiles. Campesinos sin fuerzas.
Dejó atrás a los vasallos y se puso en camino hacia la aldea, no sin antes de ordenarle que recogiesen la piel de los lobos. A Eileil le gustaría verlas, y escandalizaría a las estúpidas institutrices que Etork le había traído desde el sur. Necesitaba beber algo, aunque para ello tuviese que soportar los sermones del castrado criado de su tío. Antes de reemprender la marcha lanzó una mirada a las montañas.


-Creo que deberías poner fin a estas correrías ¡hace semanas que dejamos la casa para que pudieses...matar animales!-graznó Nestor. En el pasado había sido cura, o eso se decía, y lo cierto es que se parecía mucho a todos los sacerdotes soidistas que había conocido en su vida. Estirado, gris, tirando a calvo y demasiado preocupado por sufrir la cólera de su dios como para disfrutar de lo bueno de la vida.
Como la cerveza con resino de pino que estaba bebiendo. Casi tuvo que confesarse a si misma que había hecho el viaje para beberla.
-Los guerreros guneares cazamos lobos, osos y cualquier porquería que ponga en peligro a sus comunidades. Además, fuiste tú quien me dijo que los campesinos de Punta de Orrek tenían problemas con los lobos, solo hice lo que me es natural.
Nestor ladeó la cabeza mientras se calentaba las manos con agua hervida con hierbas. La clásica porquería que solo bebería un dormenio.
-Pero tú no eres una guerrera gunear, eres una noble dormenia y deberías dedicarte a las labores que te corresponden. A hacer lo que se espera de ti.
Khammarna lanzó una carcajada, franca pero llena de venenoso sarcasmo. Ya estaba de nuevo con la misma cantinela que su tío.
-Si, si...mis deberes. Casarme, callarme y parir ¿no?
-No hay nada deshonroso en hacer lo que Soid quiere que hagamos. Es algo divino. Y cuanto antes lo asumas mejor. Los Asgeifr ya no sois guneares, sois súbditos de su majestad el rey Neldar IV...con todo lo que ello implica. Ya no sois lobos.
Se olía, con lobuno instinto, cual sería la respuesta a su pregunta pero igualmente la lanzó.
-Y entonces ¿que somos según tú?
De pronto Nestor se embaró y palideció.
-No quiero acabar con esa monada que descansa en esa vaina clavada en mi pecho.
-¿Tanta poca confianza tienes en la existencia de tu dios como para temer la reacción de una pobre mujer? Venga Nestor, llevamos viajando juntos semanas...estoy segura que puedes expresarte con franqueza. No es que vayas a decir algo que enfurezca a tu Corrección.
Khammarna sonrió oculta por el cuerno. A juzgar por la rojez del rostro de Nestor había picado en el anzuelo. Sería agradable oírle hablar con franqueza.
-Sois perros, perros cuyas cadenas están en manos del monarca más poderoso del mundo. Y más os valdría entenderlo porque ningún hombre tolera tener un perro salvaje o rabioso en su recova.
-Así que de esas cosas hablas con el cerdo que tenemos en casa por cura ¿no?
-Si, de eso y de la salvación de vuestras almas inmortales.
-Claro...
Pobre Nestor, si pensaba que todos los Asgeifr habían olvidado lo que eran y permitido ser domésticados como para ser perros y no lobos...sin duda iba a sufrir alguna que otra sorpresa. No le sorprendía lo que acababa de decir, ni siquiera le ofendía. Había superado aquello hacía mucho.
-Cambiando de tema ¿a cuanto tiempo estamos de casa?
-Pocas jornadas, aunque si sigue nevando posiblemente se alargue una semana...pero creo que debemos pasar por el pueblo de Vistasfajorn. Un primo de tu tío reside ahí curándose de unas fiebres, y me han hecho llegar instrucciones de ir a visitarle con varios barriles de esa...eh, cerveza que estás bebiendo.
-¿Que primo? ¿Geirgeilor?-Odiaba a aquel petulante bastardo, era más Aglazor que Asgeifr. Apestaba a Dormenia. Antes que llevarle barriles de aquella delicia los quemaría. O mejor, se los bebería.
-No, creo que está en Casfali ¡Avanil!...no, en alguna ciudad de la costa.
-Me da igual ¿quien?
-Es Aralror.
Aquello ya era otra cosa. Aralror no había olvidado las buenas costumbres, llevaba símbolos de Soid en la suela de sus botas para pisarlos todo el rato y llamaba a todos sus puercos Nel y Dar. Era su pequeña rebelión ante las cadenas que Feinhar les había impuesto en tiempos de sus abuelos. Le gustaría compartir una buena borrachera con aquel viejo gruñón.


El viaje a Vistasfajorn fue penoso. No tanto por la nieve y los vientos sino por la pésima actitud de Nestor que insistió en permanecer varios días en una capilla del camino aquejado por una gripe invernal. Khammarna empezaba a estar cansada de la debilidad de aquel beato sin atributos, pero si lo mataba en mitad del camino y ante los criados que transportaban las pieles, la cerveza y otros enseres igual luego tenía que rendir cuentas ante su tío. Para evitar aburrirse pasó las tardes y las noches bebiendo de uno de los barriles, mientras leía algunos de esos libros que se suponía que nadie debía leer.
Porque la Corrección así lo decía. Aunque estaba convencida que sus hermanos guneares de las montañas tampoco apreciarían tal refinamiento. Esa forma de contar y construir el relato...era en cierto modo abominable.
De los tres días que finalmente pasó en el camino Khammarna solo recordaría el último. El resto se perdía en una nube de alcohol y sabiduría apresada en pergaminos cosidos.


Vistasfajorn era un villorrio lamentable. No miserable, puesto que sus campos eran abundantes pese a estar cubiertos de una fina capa de nieve y las bestias parecían puertes. Lamentable era la palabra pues Soid estaba por doquier, sus habitantes lanzaban temerosas miradas y había tal falta de amor propio, de orgullo, que solo podía contemplar espíritus en vida que habitaban carcasas polvorientas. Además pudo observar que no todos presentaban el aspecto característico de los guneares, un mestizaje no exento de belleza se habría paso...lo cual ayudaba a explicar el aspecto de gusano apaleado de los lugareños.
-Busco a Aralror-dijo la mujer a un viejo que lucía en su cuello el símbolo del feroz Drayard. Este, sonriendo con lascivia, le indicó una casa situada en lo alto de la colina que el pueblo rodeaba. Una buena construcción en piedra, tosca y acogedora. Nestor pidió permiso para retirarse al templo local, petición que Khammarna aceptó para perderlo de vista. No quería beber con aquel imbécil dando vueltas.
El recibimiento no fue el esperado. El viejo Aralror, calvo y torvo como siempre pero pálido como un muerto, la miró con sorpresa. Luego gritó, casi con espanto. Sus palabras resonaron en la habitación, en la que solo estaban ellos dos. O lo estaban hasta que 3 hombres armados con porras se abalanzaron torpemente sobre ella. El envite fue torpe, lo suficiente como para permitirle sacar el acero que había dado muerte hacía no tantos días. Casi parecía que no buscaban darle muerte.
Ni siquiera se paró a pensar que demonios pasaba.
Aquel trío de matones tenía brío, pero carecían de valor. Sus golpes eran torpes, fáciles de desviar o esquivar. El primero de aquellos necios no tardó en verse con el plano de la hoja aplastándole la mollera. Los otros dos perdieron cierto ímpetu, lanzando torpes golpes que se tradujeron en leves moratones y sendas oportunidades de matar que Khammarna no desaprovechó. En un par de parpadeos uno de ellos se aferraba a un sangriento muñón mientras el último sencillamente perdió la cabeza.
-¿Que quieres de mi, niña?
-Yo también me alegro de verte, Aralror.
-No estoy para bromas-su familiar agarró su hacha con fuerza. O lo intentó, pues estaba tan débil que el arma cayó al suelo-No tuve nada que ver.
-¿Con estos payasos? ¿que era? ¿una broma? ¿una puta venganza por alguna estupidez? ¿alguna maldita tradición dormenia que has decidido adoptar?
-Hablo de la boda, chiquilla estúpida.
Khammarna sintió como el estomago se le encogía y un sabor metálico invadía su boca. Ella no tuvo problema en agarrar su espada.
-Aralror, no sé a que te refieres pero vas a empezar a satisfacer mi curiosidad. Ahora mismo.
Aralror pareció relajarse, no supo determinar si era porque había aceptado su destino o porque creía que su vida ya no estaba en peligro.
-Hace 3 días pasó por aquí Geirgeilor. Tu hermana iba con él.
Un latigazo recorrió su espíritu. Su hermana,la niña a la que quería abrazar casi tantas veces como la quería tirar a un río helado, estaba en manos de un sujeto abominable y peligroso.
-Continua.
-Etork la ha casado con un noble dormenio, no me preguntes de donde porque no lo sé.
-Sigue.
-Les acompañaba un cura, un tipo gordo y siniestro. Fueron hacia el sur. Él dejo a esos 3 para que redujesen.
Khammarna ya había abandonado la sala cuando el viejo terminó de leer. Nunca vio como se echaba a llorar. Durante unos instantes su visión fue roja, rápida y apenas comprensible...para cuando recuperó la serenidad tenía a Nestor ante ella, en el suelo. Le faltaban algunos dedos y su nariz estaba rota, le parecía ver el escudo mellado en un rincón del templo. Olía a orín, y miedo.
-¡Maldita puta!
A la gunear le pareció que si de pronto a Nestor le faltaban unos pocos dedos más tampoco pasaba nada. El despojo se estremeció. Había pavor en sus ojos.
-Así que mi tío y tú habéis vendido a mi hermana como una perra-pronunció aquella palabra con lentitud, mientras pasaba la punta de su espada por el largo del brazo de Nestor. Este asintió.
-Hay que afianzar la posición de tu familia. Dormenia es grande, el juego es peligroso. Hay que usar todas las piezas si se quiere sobrevivir.
Con frío sadismo, pues la ira se había consumido instantes antes, clavó la espada en la clavícula del dormenio, que aulló y llamó a su dios entre ardientes sollozos que se derramaban por sus ojos como si fueran sangre.
-¡Tu eres indomable, una salvaje! Pero tu hermana en cambio ha sido una pieza más fácil de intercambiar. Los Asgeifr han ganado mucho. Gracias a ella en pocas generaciones el atraso que sufre tu familia-casi escupió aquello-podría empezar a ser superado.
-Es una niña...
Nestor le lanzó una mirada burlona. Aquello hubiera bastado para sacarla de quicio, lo que siguió fue aún peor.
-¡Ahora seguro que ya es toda una mujer!
Khammarna agarró el escudo con ambas manos y destrozó el cráneo del criado de su tío antes de darse cuenta que había cometido una estupidez. Luego, maldiciendo, se echó a los caminos, hacia el sur.



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