Yo no soy la única persona que está detrás de Espada Negra. Incluso antes de que existiera la hermandad nos pusimos a crear mucho material, como novelas, música, videojuegos, y por supuesto nuestro juego de rol. Por aquel entonces lo propusimos a todo nuestro grupo de rol, pero pocos tuvieron fe. Sigeiror y yo fuimos los participantes iniciales, aunque pronto se nos unieron Siul y Aileen, que han sido compañeros inseparables. Perdimos a unos pocos (Gabriel y Dala), y más tarde se nos unió Koldraj. Ya éramos una hermandad por entonces. Había otros como Vorvek que no siempre se han podido implicar, pero que siempre han estado ahí.
Espada Negra no es mi proyecto, es un proyecto de muchas personas. Es cierto que Espada Negra tiene mucho de mí, pero también creo que de alguna forma nos representa a todos. Por ejemplo, una parte significativa que se percibe en el juego de rol es el sistema de anhelos, según el cual los personajes que se acercan a cumplir sus anhelos están motivados, y los que no, pues no. No todas las obras tienen este cariz, ni mucho menos todos los juegos de rol.
Creo que esto manda un mensaje: si algo no te gusta, lucha por cambiarlo. Si no luchas, no cambiará, y si luchas… bueno, probablemente no cambie, pero si tienes suerte y encuentras apoyos, quizá algo cambie un poquitín. Quizá no era lo que querías que cambiara, pero aún así servirá para alguien.
Creo que la vida es así. Creo que hay que luchar con unos principios aunque se abra el cielo. Es como intento luchar yo, y la verdad es que creo que por desgracia es, muchas veces, desesperanzador, porque muchas veces uno ve que no se acerca al cumplimiento de su anhelo, y es muy duro.
Yo soy un mierdas cualquiera con un anhelo. No es que crea que lo vaya a completar, pero trataré de acercarme a él con todo lo que tengo. Ni siquiera está en mi mano completarlo, la verdad. Pero es verdad que lo siento más cerca cada vez que organizamos una partida y una quincena de personas logramos movilizarnos, o cuando alguno de los treinta hermanos escribe un mensaje de partidas u organización creativa. Todos somos creadores de estas obras que hacemos, porque aportamos lo que podemos.
Pero no siempre se dan pasos en la dirección a este cumplimiento. Este fin de semana fueron las jornadas “The big game” en Guadalajara, y la hermandad contaba conmigo para que me personara en el lugar y realizara “las clásicas partidas de jornadas”. Pero yo le fallé porque había un asunto personal al que no quise fallar por circunstancias que no vienen a cuento. No es la primera vez que le fallo.
Así que no hice todo lo que pude, y eso me dolió. Y no es que me mortificara con ello, pero se juntó con las odiadas elecciones nacionales, la perspectiva de los estrenos creativos, y cómo algunas personas eligen obrar con respecto a nosotros, y me deprimió. Así que más bien temprano me fui a la cama con una sensación de tristeza algo desagradable, y los pensamientos negativos siguieron formándose mientras intentaba dormir, y me despertaron al menos una vez cada hora sumiéndome cada vez más en un no demasiado reflexivo estado de tristeza, que no por poco reflexivo estaba equivocado.
Puedo ver a varias personas opinando de esto. Aquellos que se consideran mis amigos me dirían que no tuviera en cuenta la opinión ajena, mientras que aquellos que se consideran mis enemigos me dirían que me lo he buscado, que me joda por haber hecho lo que hice en el pasado. Seguramente ambas afirmaciones sean ciertas, pero yo no soy una persona fuerte capaz de desentenderme de los problemas que surgen, ni para aceptar que el mundo es como es.
Así que me levanté y busqué drenar todo mi rencor corriendo. Corrí con tanta fuerza que durante mi carrera de nueve kilómetros adelanté a tres ciclistas, y es más difícil de lo que parece. Sabía que tenía una lesión de tendón calcáreo, pero me dio igual y seguí corriendo, tanto que ahora apenas puedo andar. Seguramente una persona sensata hubiera hecho algo diferente, pero es que yo soy más estúpido que la mayoría.
Hace algún tiempo habría escrito algo totalmente diferente. Habría señalado la (en mi opinión) hipocresía ajena, la maldad sistémica que corroe las entrañas de la sociedad. Pero desde luego ya no, o por lo menos hoy no. Cuando en el pasado he denunciado este tipo de malos tratos he comido mierda, y logrado que se me señalara que yo no tenía derecho a hacer una crítica. No, no quiero ser el gilipollas de unos cuantos gilipollas, ni aburrir a la gente que lee lo que escribo por entretenerse. Pero tampoco me parece legítimo no denunciar lo que me parecen maldades asquerosas, dignas de políticos de este país. ¿Y cómo puedo vivir en esta contradicción de mis principios con mis actos? Pues no puedo. Lo único que puedo hacer es decir “adiós”.
Esto no significa que vaya a cerrar mi cuenta del guguel pus, ni que me esté haciendo la diva, ni nada de ese estilo. Simplemente significa que ya no voy a implicarme. Supongo que es algo que debí hacer desde el principio; ¿Quién soy yo para intentar mejorar las cosas globalmente? ¡Vaya prepotencia! Ojo, nunca me arrepentiré de enfrentarme a los corruptos, amiguistas, mentirosos y destructivos, pero si es una actitud que se premia, ¿quién soy yo para decir nada? Un mierdas cuañquiera.
Como he dicho, esto no significa que vaya a dejar de participar o escribir artículos (aunque ahora no tengo ninguna gana). El cambio es más sutil que eso: me guardaré mi opinión y me abstendré de molestar en los asuntos de otros. El que quiera saberla no tiene más que preguntarme.
Y al que quiera ser mi enemigo, aquí me tiene también. Al que mienta sobre mí, o simplemente de a entender algo que no es, ha de saber que sigo igual que siempre. Le guardaré el rencor hasta el día de mi muerte, que es lo que siempre hago, y si en algún momento tengo la ocasión de devolverle la hostia, lo haré. Todo lo fuerte que pueda. No me importa hacerme daño a mí también, por que, como he dicho, soy más estúpido que la mayoría.
Soy un mierdas cualquiera con un anhelo. Me pregunto si debería hablar de él.
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