Llevo un par de días sin escribir por aquí. En realidad solo uno, pero el último día fue un anuncio sin mucha complicación escrita, así que este ha sido el periodo más largo que me he pasado sin escribir en el blog sin una causa de fuerza mayor, como jornadas.
Como sabrán los que me conocen, no soy muy dado a la religión. No es una posición fuertemente argumentada en sí misma (soy apateísta, no me alejo demasiado de los agnósticos). Básicamente no me gusta reconocer nada superior, porque no quiero pensar que haya una limitación al anhelo humano. Si la hay, lucho con menos ganas.
Pero en ocasiones me encuentro con hechos que me hacen pensar en impulsos muy concretos que dan lugar a eventos muy interesantes. Últimamente he vivido dos de estos que paso a relatar muy brevemente. Ambos están relacionados con el mundo del rol.
El primero ocurrió en la partida de la hermandad “Asentando los clanes”. Se dio la circunstancia de que los personajes se sumieron en una pesadilla propia de “la noche de los muertos“ (en realidad “la noche de los defectos”) en la que solo una fuerza podía salvarlos. ¿Sólo una? En realidad no. Si los jugadores entendían la situación y utilizaban un poder concreto (dispersión), podían arreglar su situación. ¿Y qué ocurrió? Que tras un buen razonamiento decidieron hacerlo, lo cual es raro, porque la esfera “nada” que permite utilizar este poder es totalmente infrecuente.
Aún es más, fue necesaria una fuerte discusión porque el sujeto solo contaba con un punto de energía sobrenatural. ¿Y por qué? Pues porque el personaje (y sólo él) había visto a Babglon. ¿Pura suerte? ¿Un poder superior? En serio, que puede sonar a poco, pero se jugaba mucho, y estuvo todo muy al límite. Es nuestra maldita campaña principal, tiene muchos años.
La segunda situación puede ser un poco más directa. Como sabrán los lectores, este mes la hermandad de la Espada Negra lanzó “
Juégame”, pero en el mes pasado, octubre, ya pusimos unas
metas teóricas. Bueno, en realidad no tan teóricas. La hermandad jugó nueve partidas, pero el señor Atrus Erduna subió una décima, y se cumplió así la primera meta. Y no íbamos a incumplir el compromiso adquirido porque fuera el mes de prueba, ¡al contrario! Así empezó el recorrido que ha llevado a la creación de “La crisis de los lobos rojos”, una aventura que a mí me ha parecido un desarrollo expresivo de alto nivel.
Esto me ha hecho pensar en la canalización de la energía. Déjenme que me explique: a mí no me suele gustar del todo redactar aventuras. Prefiero con mucho jugarlas o escribir novela. Redactar aventuras tiene una sensación de medio gas que no me llena, a no ser que me salgan cosas como “El arte de la muerte” o… “La crisis de los lobos rojos”.
Lo que parece que ocurrió este caso fue que los jugadores del “
Juégame” dieron con sus partidas un empuje a una energía que pasó por una votación dentro de la hermandad, y de toda esa desorganización salió algo absolutamente inesperado y bello, al menos para mí. Escribir “La crisis de los lobos rojos” fue algo totalmente natural, disfruté de cada página, de cada palabra.
Y ahí me surgen dudas. ¿Acaso nunca habría sido el canal de esa inspiración de no ser por la existencia del “
juégame”, la décima partida enviada por Atrus Erduna, y la votación de la hermandad? ¿Se habría perdido esta obra para siempre? ¿Fue el impulso de un poder superior, o simplemente una casualidad? ¿Se pierde otro ingente montón de opciones porque estamos a merced de los vaivenes de la mercantilización y otros males?
“La crisis de los lobos rojos” está ya maquetada en web, y en realidad está disponible en esta web, pero no a la vista. Queda a los ojos de los más despiertos leerla ahora, o esperar a que esté lista la maquetación PDF durante las próximas horas.
Un saludo especial a Atrus Erduna. A ver si esta aventura le da a su merced para otro año por foro.
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