Ayer escribí un artículo sobre
como creo que deben relacionarse los ambientes y los reglamentos desde mi punto de vista. Sabía que eso no me generaría muchas opiniones favorables, pero supongo que a algunas personas les pareció bien, y eso basta. También despertó una discusión en algunos comentarios de google plus en la que se arrojó una pregunta al aire:
¿Qué estilo promueve el juego de rol de Espada Negra?
Bueno, no creo que fuera una pregunta, más bien era una apelación a que de hecho todos los juegos promueven un estilo de juego. Una astuta afirmación no demostrada que mediante la más ingeniosa de las acusaciones no personales acallaba cualquiera de mis intenciones de debate.
Saben sus mercedes que este humilde creador puede no dar la talla en enfrentamientos verbales. Mis afirmaciones son demasiado frontales y mis ideas están demasiado sustentadas en la matemática que he mamado cuando mi intelecto aún no tenía dientes. Que le voy a hacer, al final en todo lo que hago soy un guerrero. No estoy armado con el uso ágil de la palabra, ni tengo paciencia para reconducir la conversación cuando esta es dirigida con habilidad hacia terrenos que se saltan la lógica de lo mencionado con anterioridad, y en los que soy claramente vulnerable.
Por todo ello, cuando soy conducido por personas tan hábiles a un terreno en el que no puedo defenderme siento frustración.
En este caso señalé que yo no soy la persona indicada, porque soy un creador, y uno muy implicado. No me voy a poner a hacer de crítico de la obra que he contribuido a crear, porque eso no me corresponde a mí, les corresponde a los jugadores. Ellos dirán lo que transmite Espada Negra.
Claro que yo puedo ponerme a analizar lo que creo que transmite el juego de rol de Espada Negra. Puedo hacerlo hasta desgranar cada uno de sus elementos, y creo que lo he hecho en artículos pasados. De alguna forma creo que es positivo hacerlo, pero no así. No en este momento.
Hoy estaba caminando sumido en pensamientos sobre las preocupaciones variadas de mi vida. Tengo muchas, como cualquiera de sus mercedes, pero entre ellas se encontraba la frustración que había sentido con la mención. Me llamó la atención que esa frustración permaneciera en mi ser, puesto que no era un asunto para nada grave, pero ahí estaba, como una mosquito de esos que lo visitan a uno de madrugada, presente y poderoso sobre el sueño, pero prácticamente indetectable. Ese ser se aprovecha de nuestro deseo de dormir, y nos despierta solo en los momentos en los que su incómodo batir de alas se produce cerca de nuestros oídos. Sabemos que nos va a derrotar, que amaneceremos llenos de picotazos.
He tardado un tiempo no despreciable en discernir la causa de este malestar. Quizá otra persona en mi situación lo hubiera entendido rápidamente, quizá yo mismo en el pasado me habría dado cuenta en el momento.
Hace algunos años yo tuve muchos contactos con diversas personas que se dedicaban a asuntos artísticos. En estos ambientes es muy común utilizar arquetipos para referirse a las obras. Por ejemplo, podemos decir que tal grupo es “heavy metal”, o que cual novela es “novela histórica”. Cuando los estilos se usan de forma positiva, esto es, para señalarnos que puede ser afín a nuestros gustos, es muy positivo.
Sin embargo, cuando se usan como parámetro negativo, esto es, para encasillar la obra, es algo horrible. Por ejemplo, alguien puede decir que una película es “de acción” para convencer a alguien de que no vaya a verla. Pero quizá esa película es una buena película con acción que también tiene drama y algunos otros aspectos que pueden interesar a personas inicialmente no afines al género “de acción”. De esta forma, al calificar el estilo o género de una obra la castramos y mutilamos, eliminamos todos sus matices hasta que solo queda un estereotipo. Y quizá haya obras que solo sean eso, un estereotipo, pero desde luego los creadores a los que conozco (entre los que me cuento) no se dedican a crear estereotipos.
He conocido a creadores a los que el encasillamiento ha hecho mucho daño. Es algo que hasta el momento no me había ocurrido a una obra en la que yo participara.
Y cuando comprendí que era lo que había pasado, mi malestar mutó. Fue como encender una luz: el problema seguía ahí, pero ya no era invisible, solamente poderoso. Dispondría de nuevas armas con las que afrontarlo, porque comprendí su forma y cualidades. Pero la frustración no se convirtió en una sensación positiva, sino en tristeza. La lucha contra el encasillamiento había vuelto, y no se acabaría nunca.
Nosotros no hemos hecho un juego para que sea encasillado. Hemos hecho un buen juego, en la medida que hemos entendido que lo es, cumpliendo con unos principios y unas intenciones que hasta el momento he señalado de forma implícita y explícita. Seguiré haciéndolo cuando se me pregunte, o cuando entienda que es preciso. ¿Qué estilo promueve el juego de rol de Espada Negra? Pues jugar al rol. Sin casillas.
Claro que eso lo juzgarán los jugadores.
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