Ando un poco atascado con esto de escribir, pero la verdad es que tengo que cerrar esta pequeña serie de artículos.
Existe una formulación moderna de un principio que es “Vive como si fueras a morir hoy, pero compórtate como si fueses a vivir cien años”. Creo que mucho antes, un tipo llamado Daidoji Juzan ya decía algo de esto cuando escribió “El código del bushido”.
Quien es samurai debe, ante todo, recordar constantemente, de día y de noche, desde la mañana cuando toma sus palillos para tomar su desayuno de Año Nuevo hasta la noche de Fin de Año, cuando paga sus cuentas anuales, el hecho de que va a morir. |
Cuando yo leí el código del Bushido siendo un adolescente no podía entender la ironía de que en esta frase ya se hablara de las facturas (muerte e impuestos, amigos), pero sin duda confirmó un pensamiento que ya tenía: iba a morir pronto, y estaba perdiendo el tiempo pensando en chorradas.
Abrazar la muerte es, por lo tanto, un ejercicio que practico desde el momento en el que me levanto y planeo el día, hasta el momento en el que me acuesto y hago balance de lo que he hecho. No creo que sorprenda a nadie cuando digo que me ayuda a ordenar mis prioridades y poner los problemas en su justa perspectiva.
Pero abrazar la muerte no es únicamente una vía parar controlar la propia psique en tiempos de calma, o para conseguir persistir en los objetivos que uno se propone, sino que además es una preparación para los tiempos de oscuridad que todos hemos de vivir.
Creo que la sociedad occidental trata la muerte desde un punto de vista un tanto nefasto. Desde el caso de los religiosos, que directamente se imponen las visiones propias o narradas por terceros, al de los agnósticos o ateos, que simplemente viven embarcados, en su mayoría, en la espiral del consumismo más evidente.
La triste realidad es que todos nosotros nos vamos a ir, y muchos lo haremos con dolor y decadencia más o menos duraderos, y que el modelo de la sociedad no quiere que tratemos demasiado esto. He conocido a personas con las que directamente ni se puede mencionar el tema porque les da ansiedad inmediatamente. En mi opinión debemos estar muy preparados para afrontar este día, y yo en verdad temo más perder mi autonomía y ser una carga insoportable para seres queridos, momento en el que de hecho yo acabaré con mi vida sin dudarlo.
No debe entenderse esto como un acto de rendición o debilidad (aunque me da igual que así se considere). El punto aproximado de acabar con todo no es en el que hay dolor o miedo, sino en el que uno está consumiendo más de lo que está aportando, especialmente a las personas que le importan. Es mi punto de vista, y mi decisión.
Pero la aceptación de la propia mortandad no es, en realidad, un solo aspecto de la vida. Creo que uno mucho más temible es precisamente la muerte de los terceros a los que uno quiere. Es decir, yo tengo claro que soy totalmente prescindible, un grano en el culo del mundo que escribe sus cosas, pero sé que hay personas mucho más válidas que yo y a las que quiero muchísimo, y por lo tanto yo prefiero morir a que mueran ellas. Por desgracia la muerte pocas veces acepta estos intercambios.
Creo que el camino para entrar en este vacío es asimilar la soledad.
No querría cerrar el artículo sin señalar que esto de abrazar la muerte incluye la de mis enemigos. Es decir, incluso cuando yo trabajaba en la seguridad y me peleaba, tenía miedo de causar daño a terceras personas. Me ha costado mucho esfuerzo aceptar que en una pelea puedo acabar matando a alguien, y que la sociedad puede considerarme un ser horrible e incluso condenarme a pasar el resto de mi vida en presidio.
Esto también es parte de abrazar la muerte. Y es como yo vivo.
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